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San Clemente Hofbauer

SAN CLEMENTE Mª HOFBAUER
1.751 - 1.820

  Fiesta: 15 de Marzo 

 

PRIMEROS AÑOS

Nace Clemente en Moravia, en la actual Rep. Checa. En esa época, Moravia pertenecía al Imperio Austríaco o Austro-Húngaro, formado por las actuales Austria, Hungría, Rep. Checa y Eslovaquia. Este imperio duró cuatro siglos y terminó en 1918.

Los padres de Clemente se llamaban Pablo Hofbauer y María  Steer. El padre era de origen checo y la madre de origen alemán. El padre tenía una pequeña carnicería en Tasswits, pequeña ciudad de Moravia, donde nació Clemente y todos sus hermanos.

El matrimonio Pablo Hofbauer-María Steer tuvo doce hijos. Nuestro Clemente ocupaba el número nueve. Es de advertir que el nombre de Clemente se lo puso más tarde. Su nombre de pila era Juan. De los doce hermanos, siete murieron de niños, quedando nuestro Juan o Clemente como el más pequeño de los cinco supervivientes.

Cuando Clemente tenía seis años, tiene la gran desgracia de perder a su padre. Ya de mayor, nos cuenta Clemente que el día que murió su padre, su madre lo llevó ante un Crucifijo y señalándolo le dijo: «Hijo mío, en adelante, éste será tu padre. Guárdate de ofenderle nunca con un pecado».

 

LUCHA POR EL SACERDOCIO  

Hasta los treinta y cuatro años podemos resumir la vida de Clemente como un continuo luchar por conseguir llegar a ser sacerdote; ya de muy niño ansiaba serlo. Con esta idea, siendo adolescente, estudia latín con el sacerdote del pueblo  a la vez que ayuda en las labores de su casa. Pero debido a la pobreza, tuvo que dejar las clases y ponerse a trabajar de pinche en una panadería. Tenía entonces dieciséis años. Fue muy querido por el patrón, hasta el punto de que le trataba como si fuera un hijo suyo.

A los dieciocho años, en plan de penitencia y pidiendo luces al Señor para ver si le abre por algún sitio las puertas hacia el sacerdocio, emprende con un amigo, una peregrinación a pie a Roma.

Dos años más tarde, va de nuevo en peregrinación y también a pie a Roma. Ya allí, fue a ver la vida que llevaban unos ermitaños que estaban establecidos cerca de la Villa Quintiliolo, al lado de un santuario dedicado a la Santísima Virgen. Le gustó aquella vida y pidió ser admitido. Su quehacer diario allí era la penitencia, la oración y el trabajo. Según la costumbre y reglas de aquellos ermitaños, al ingresar cambiaba uno de nombre. Aquí es donde nuestro Juan cambió el nombre por el de Clemente, nombre que en adelante usó toda la vida. Aunque algún historiador ha dicho que fue aquí donde al nombre de Clemente añadió el nombre de María, parece ser que no fue así y que el nombre de María lo añadió más tarde, cuando se hizo Redentorista.   Aquella vida de penitencia, oración y trabajo le agradaba; pero como veía que no le llevaba al sacerdocio, decidió, después de un año, volverse a su tierra, para ver si allí se le presentaba ocasión más propicia.

Esta vez pudo ingresar en la Abadía de Klosterbruck, para cursar los estudios de Humanidades. Su gran deseo de llegar al sacerdocio era lo único que le endulzaba los malos ratos que tenía que pasar al sentarse, a los veintiún años, con chicos a los que doblaba en edad.

Terminados sus estudios a los veintiséis años, emprendió su tercera peregrinación de penitencia a Roma. Esta vez hizo la peregrinación de ida y vuelta en traje de ermitaño.

Vuelto a su país, al no poder proseguir sus estudios hacia el sacerdocio por falta de recursos económicos, se hace ermitaño en Muhlfraum, no lejos de su Tasswitz natal. Dos años largos hizo vida de santo ermitaño, al cabo de los cuales decide trasladarse a Viena, para ver si por alguna parte se le abrían las puertas hacia su meta de sacerdote. Tenía entonces veintinueve años. Para poder vivir en Viena, tuvo que ponerse a trabajar en su antiguo oficio de panadero. Durante este tiempo, como no podía celebrar Misa, se consolaba con oírla y ayudar a ella, todos los días, en la iglesia de San Esteban.  

 

SE ACLARA EL FUTURO

En la iglesia de San Esteban fue donde le conocieron tres hermanas que frecuentaban aquella iglesia y que estaban admiradas de su piedad. Eran las hermanas Von Maul. Prometieron pagarle sus estudios de preparación para el sacerdocio, y lo cumplieron.

Así pues, a los treinta años, comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Viena. Luego, los cursos de Teología. Su temple y su fe chocaron muchas veces con las doctrinas anti-papales que a veces se enseñaban en la Universidad. Un día no pudo resistir más y, en plena clase, se levantó del banco y apostrofó al catedrático: «Perdone usted, Señor Profesor: lo que acaba usted de decir está en contra del Dogma Católico». Acto seguido, cogió el sombrero y salió a la calle. Lo hermoso del caso fue que aquel gesto del alumno fue el punto de partida para la conversión del profesor.

 

 

PRIMER CONTACTO CON LOS REDENTORISTAS

En medio de los estudios, intensificaba Clemente su vida de piedad. Como él mismo confesó más tarde, le ayudó mucho para su vida espiritual en este tiempo, la lectura y la meditación de unos libritos, recién traducidos al alemán, cuyo autor era Alfonso María de Liguori.  

 

ÚLTIMA PEREGRINACIÓN A ROMA

Sus peregrinaciones a Roma, iniciadas años antes, las siguió haciendo los años de estudiante, durante las vacaciones y siempre en plan de penitencia y oración. La última peregrinación la hizo con su amigo Tadeo Hübl, bohemio, alma recta y piadosa, diez años menor que Clemente y que, igual que éste, se preparaba también para el sacerdocio.

Era septiembre de 1784. Contaba Clemente treinta y tres años. Este viaje a Roma tenía para Clemente y Tadeo un propósito: poder terminar sus estudios sacerdotales y ser ordenados en Roma. Esto se debía a que en el Imperio Austríaco el Emperador José II había mandado organizar los Seminarios a su gusto y había multiplicado las dificultades para las ordenaciones sacerdotales.

 

LLEGA A ROMA Y SE HACE REDENTORISTA

Llegados Clemente y Tadeo Hübl a Roma, se alojaron en una modesta posada, cerca de Santa María la Mayor y de la Iglesia de San Julián que era de los Redentoristas.

La situación de los peregrinos se resolvió más pronto de lo que ellos mismos esperaban y de un modo providencial y hasta, podemos decir, milagroso. Así lo creyó siempre Hofbauer. Efectivamente, al acostarse el primer día, fijaron su plan para el día siguiente que fue así: «Mañana iremos a hacer nuestras oraciones y a oír Misa a la iglesia cuyas campanas toquen las primeras». La primera en sonar fue la modesta campana de San Julián, de los Padres Redentoristas. Allí fueron Clemente y Hübl. La impresión que en Clemente causaron aquellos religiosos fue muy buena. Al salir, preguntó Clemente a un monaguillo quiénes eran aquellos religiosos. El monaguillo le contestó que eran los Redentoristas y después añadió: «Y usted será uno de ellos».

Aquellas últimas palabras impresionaron a Clemente y las tomó como una indicación de Dios. Pidió hablar con el Superior. Se les concedió entrevista para el día siguiente. Allí estuvieron puntuales Clemente y Tadeo. Era el Superior de aquella casa el P. Landi, uno de los veteranos de la Congregación y su primer historiador. La conversación fue sobre las Reglas de la Congregación, sobre su fin, su apostolado, etc. Clemente pidió aquel mismo día ser admitido y su compañero lo hizo al día siguiente.

El 24 de octubre de 1784 recibieron Clemente y Tadeo el hábito Redentorista, comenzando el noviciado bajo la dirección del P. Landi. El 19 de Marzo de 1785 hicieron la Profesión Religiosa y diez días más tarde fueron ordenados sacerdotes. Por un período de cinco meses estuvieron en la casa que los Redentoristas tenían en Frosinone para complementar sus estudios en Teología. Terminados éstos, con la bendición del Papa y de los Superiores Redentoristas, parten para sus tierras con el encargo de fundar allí la Congregación.

 

AUSTRIA Y POLONIA

Quiere Clemente comenzar fundando casa en Viena, pero fueron tantos los inconvenientes que le pusieron que le fue imposible. Ante esta adversidad, decide Clemente irse con Hübl a Polonia a cuya capital, Varsovia, llegaron en 1787. Después de varios tanteos y peripecias, se les concede encargarse de la iglesia llamada San Bennon, para que así pudieran atender pastoralmente a los muchos alemanes que en Varsovia había. San Bennon se convirtió bien pronto en un centro formidable de apostolado, hasta tal punto que llegó a decirse, y con razón, que era la iglesia de mayor culto y apostolado de toda Europa.

Desde San Bennon, donde ya tenía un grupo de nuevos Redentoristas, comienza Clemente a hacer gestiones para fundar en otras partes. Así emprende viaje por Baviera, Francia, Viena, Suiza, fracasando en todos los intentos. Más tarde lo intenta de nuevo en Suiza y en Francia.

En Suiza logra, por fin, fundar dos casas, pero a los dos años fueron cerradas. Ante tantos fracasos, pensó Clemente en América, pero fueron tales las dificultades que se fueron amontonando, sobre todo de origen político, que le fue imposible enviar a nadie allí.

Si duros golpes había recibido Clemente ante tantos fracasos, le faltaba el más duro de todos. En 1808, por orden expresa de Napoleón, fueron arrojados los Redentoristas de San Bennon y expulsados de Polonia. Poco antes, Napoleón había dicho: «Estos monjes (los Redentoristas) son una resurrección de los Jesuitas». Los Redentoristas que entonces había en San Bennon eran casi cuarenta.

 

DE NUEVO EN VIENA DONDE ESTARÁ YA HASTA LA MUERTE

Con el corazón destrozado, sale Clemente de Polonia y se dirige a Viena donde llega a finales de 1808. A pesar de tanto contratiempo, Hofbauer no se desanima. En Viena, desde el humilde puesto de capellán de las monjas Ursulinas, comenzó una gran campaña de apostolado, aunque limitado, ya que aquella iglesia era muy pequeña.

Después de la caída de Napoleón, desde Viena, dio los pasos necesarios para fundar en Roma un gran Seminario Mayor, sobre todo para muchos aspirantes de habla alemana que estaban ansiosos de hacerse Redentoristas. Puso esto en conocimiento del Papa Pío VII, que se opuso por parecerle que esto perjudicaría a los jesuitas, a quienes por entonces pensaba devolverles el antiguo Colegio Germánico de Roma, que por los acontecimientos políticos les había sido quitado.

En este tiempo y desde su puesto de capellán de las Ursulinas, manda a varios Redentoristas a fundar una casa en Rumanía y a otros dos grupos  a Ucrania y a Crimea; pero tanto la recién casa fundada en Rumanía, como el intento de Ucrania y Crimea se vienen abajo porque los cismáticos rusos se opusieron encarnizadamente a que aquellos planes de fundación tuvieran efecto.    

 

POR FIN DISCO VERDE

Por fin, en 1820, el Emperador Francisco II, ante los ruegos del Papa, permite a los Redentoristas establecerse como Congregación en Austria y en todos los territorios del Imperio, dándoles incluso la magnífica Iglesia gótica de María Stiegen.

Clemente recibió estas noticias con infinito agrado  pero, como Moisés, no entraría en la Tierra Prometida. A pesar de haber esperado durante cuarenta años el establecimiento de la Congregación en Austria, él no lo vería. Mientras se hacían los últimos trámites, le sobrevino la muerte. Él mismo lo había profetizado hacía poco tiempo: «Cuando yo haya muerto, numerosas casas de la Congregación se establecerán en Austria y el Instituto se extenderá por muchas naciones».

 

MUERTE DE SAN CLEMENTE Y PROPAGACIÓN DE LA CONGREGACIÓN

El 15 de marzo de 1820, mientras las campanas tocaban al Angelus del mediodía, entregaba Clemente su intrépida alma a Dios. Aquel mismo día, al atardecer, recibieron los Redentoristas el permiso oficial de establecerse en Austria. El 2 de Agosto del mismo año, comenzó el noviciado en la casa de María Stiegen con un numeroso grupo de candidatos que estaba esperando para ingresar en la Congregación.

La semilla depositada por Clemente fructificó rápidamente en todos los sitios donde él había intentado establecer la Congregación y, desde allí, se estableció por todo el mundo. De esta semilla provienen los quinientos conventos habitados por los cerca de siete mil Redentoristas que están en la actualidad esparcidos por los cinco continentes. Solamente unas pocas casas italianas no proceden del movimiento iniciado por Clemente. Por eso, con razón, los Redentoristas consideramos a San Clemente como el segundo Fundador.

 

DESPUÉS DE LA MUERTE 

El Emperador Francisco II al enterarse de la muerte de Clemente dijo: «Siento su muerte por mí, por mi pueblo y por la Iglesia entera, ya que el P. Clemente era una columna de la lglesia».

El Papa Pío VII dijo cuando le llegó la noticia de su muerte: «La Religión Católica ha perdido en Austria su principal apoyo; era el P. Clemente varón verdaderamente apostólico, esplendor del clero de Viena, defensa y protección de la Iglesia».

El 29 de enero de 1838 era beatificado por el Papa León XIII. El 20 de Mayo de 1909, día de la Ascensión, el Papa Pío X lo canonizaba.

San Clemente ha sido el primer personaje del siglo XIX proclamado Santo por la Iglesia.

 

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