«Él fue, se lavó, y volvió con vista»
Cristo
se hizo hombre para conducirnos a los peregrinos en
tinieblas al esplendor de la fe. Es lo que se expone en
el Evangelio: todos nacemos privados de la luz de la fe
y la gracia de Dios por el pecado original. Lo mismo que
el primer hombre fue creado del barro de la tierra,
Cristo hizo barro con su saliva, lo untó en los ojos del
ciego y le mandó lavárselos con agua, y el ciego vio. En
el bautismo Cristo nos vuelve a crear. Y, como el ciego,
en la Cuaresma tenemos que seguir renunciando a cuanto
nos impide decirle a Cristo con toda verdad: «Creo en
ti, Señor»...
(Liturgia
y comentario)