Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5,
27b-32. 40b-41
En aquellos días, el
sumo sacerdote interrogó a los apóstoles,
diciendo:
«¿No os habíamos
ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre?
En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra
enseñanza y queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles
replicaron:
«Hay que obedecer a
Dios antes que a los hombres. El Dios de
nuestros padres resucitó a Jesús, a quien
vosotros matasteis, colgándolo de un madero.
Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo
jefe y salvador, para otorgar a Israel la
conversión y el perdón de los pecados. Testigos
de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que
Dios da a los que lo obedecen».
Prohibieron a los
apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los
soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín
contentos de haber merecido aquel ultraje por el
Nombre.
Sal 4
R/. Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado
y no has dejado que mis
enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi
vida del abismo,
me hiciste revivir cuando
bajaba a la fosa. R/.
Tañed para el Señor,
fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su
nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos
visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.
Escucha, Señor, y ten
piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste
mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré
gracias por siempre. R/.
Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14
Yo, Juan, miré, y
escuché la voz de muchos ángeles alrededor del
trono, de los vivientes y de los ancianos, y
eran miles de miles, miríadas de miríadas, y
decían con voz potente:
«Digno es el Cordero
degollado de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la
alabanza».
Y escuché a todas las
criaturas que hay en el cielo, en la tierra,
bajo la tierra, en el mar —todo cuanto hay en
ellos—, que decían:
«Al que está sentado en
el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la
gloria y el poder por los siglos de los siglos».
Y los cuatro vivientes
respondían:
«Amén».
Y los ancianos se
postraron y adoraron.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 21,
1-19
En aquel tiempo, Jesús
se apareció otra vez a los discípulos junto al
lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera:
Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el
de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos
discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros
contigo».
Salieron y se
embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó
en la orilla; pero los discípulos no sabían que
era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis
pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la
derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían
sacarla, por la multitud de peces. Y aquel
discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el
Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató
la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no
distaban de tierra más que unos doscientos
codos, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven
unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que
acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la
barca y arrastró hasta la orilla la red repleta
de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y
aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle quién era,
porque sabían bien que era el Señor. Jesús se
acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el
pescado.
Esta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos después
de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice
Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que estos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes
que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis
corderos».
Por segunda vez le
pregunta:
«Simón, hijo de Juan,
¿me amas?».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes
que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le
pregunta:
«Simón, hijo de Juan,
¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de
que le preguntara por tercera vez: «¿Me
quieres?»
Y le contestó:
«Señor, tú conoces
todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas.
En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven,
tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero,
cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te
ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a
la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho
esto, añadió:
«Sígueme».