El lenguaje simbólico está muy presente en
nuestras conversaciones; también en la Biblia. El
libro de los Proverbios habla de la sabiduría como
si fuera una persona. En realidad se está refiriendo
a Dios, infinitamente sabio y generoso, que invita a
todos a un banquete. Todos pueden acudir; nadie
queda excluido. Los manjares son muy simples: pan y
vino; pero se trata de unos alimentos que
proporcionan experiencias satisfactorias, buen
criterio y un talante sensato. Todos sabemos que en
una invitación, tan importante como lo que se come,
es el ambiente de comunión y de regocijo que se
crea.
Si relacionamos este
pasaje con el Evangelio, vemos que a lo largo de la
historia hay una experiencia religiosa que se
repite: Dios quiere alimentarnos y, por eso, nos
invita. Jesús también nos invita a
comer su carne y beber su sangre, con un objetivo
solidario: lograr vida, sabiduría, comunión con Él y
con el Padre.
Es el debate que
continúa hoy en el pasaje evangélico. Se repiten
algunos mensajes y aparecen otros. Los resumimos
para una mejor consideración:
—
Jesús se ofrece como alimento para todos. Es pan y
bebida de Dios para existir con verdadero y profundo
sentido. Nadie puede satisfacer nuestras necesidades
y carencias mejor que Él.
—
Con este símbolo nos quiere decir: mi razón de ser
es amar, servir, entregarme, hacer el bien..., y
esto es dar vida.
—
Por eso es pan y bebida de comunión, de fraternidad,
de redención amorosa y solidaria.
—
Su entrega en oblación es ejemplar; por eso
despierta admiración.
—
El que asimila a Jesús experimenta con mayor
sensación que es un ser para la vida, que la muerte
no es el final del camino: "El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré
en el último día".
—
El que acepta a Jesús como alimento y bebida,
refuerza la comunión con Él, siente que vive
habitado.
—
El que desarrolla su vida como Jesús, adquiere una
gran experiencia humana y divina.
—
Para asimilar este alimento tan original y
saludable, más que abrir la boca, hay que abrir el
espíritu y el corazón.
En resumen, es muy
importante, y hasta decisivo, entender esta
revelación de Jesús, acogerla e incorporarla a la
propia persona, como hacemos con el alimento que
tomamos.