La carta de San Pablo a los 
							gálatas es reconocida como la "la carta de la 
							libertad cristiana". El pasaje de hoy recoge 
							afirmaciones de enorme significado: "Hermanos, 
							vuestra vocación es la libertad"; "para vivir en 
							libertad, Cristo nos ha liberado"; "andad según el 
							Espíritu y no realicéis los deseos de la carne"...
							Hay quien piensa que Dios 
							coarta la libertad humana. ¡Gran equivocación! Dios 
							llama, sí; pero siempre respeta la respuesta de las 
							personas porque convoca a la libertad. Su plan 
							consiste en proyectarnos hacia ese ideal para que no 
							caigamos en ningún libertinaje.
							La libertad es sagrada y 
							frágil al mismo tiempo. Si no se cuida con mucho 
							esmero, quiebra fácilmente. Y quien mejor nos ayuda 
							a cuidarla es Dios, su Espíritu. Por eso, la 
							libertad del Espíritu es la mayor, la auténtica. En 
							Dios no existe la más mínima sombra de libertinaje. 
							Su libertad es altamente exigente, saludable y 
							constructiva, está en relación estrecha con el amor 
							y al servicio de la paz.
							Para seguir a Jesús hay que 
							ser muy libre, muy desprendido y muy radical. Por 
							ahí va la vocación cristiana. No valen para 
							cristianos aquellos que juegan a la conveniencia, 
							que nadan y guardan la ropa, que varían de parecer 
							según situaciones e intereses, que no acaban de 
							romper ataduras a cosas, personas...; tampoco valen 
							aquellos que miran atrás.
							En el Antiguo Testamento el 
							ejemplo de Eliseo es claro. Era un labrador rico; 
							quemó los aperos y mató los bueyes, con lo cual ya 
							no había nada que lo retuviera. Se cuenta también 
							que el extremeño Hernán Cortés, descubridor de 
							México, al desembarcar en Veracruz quemó las naves 
							para motivar a los suyos a no mirar atrás. Las 
							llamadas bíblicas tienen este cariz: suponen 
							desprendimiento y un nuevo estilo de vida.
							Resumiendo, el texto 
							evangélico detalla algunas condiciones del 
							seguimiento de Jesús:
							– Quien se adhiere a él 
								es porque quiere, no porque se le imponga.
							– No se puede tratar con 
								violencia, como sugieren Santiago y Juan, a 
								quienes no entran por este camino.
							– Los verdaderos 
								discípulos de Jesús son tan desprendidos que no 
								consideran nada como propio: "No tienen donde 
								reclinar la cabeza".
							– El Reino de Dios y la 
								misión son lo primero; la familia nunca ha de 
								ser obstáculo, menos otras ataduras.
							– El seguimiento 
								cristiano es cosa de valientes que sólo miran 
								hacia delante.
							– La vocación cristiana 
								es libre y radical.
							
							P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.